TERTULIAS DE LA ASOCIACIÓN DE CATEDRÁTICOS

DE INSTITUTO DE ANDALUCÍA

"ANTONIO MACHADO"-ANCABA

La persuasión retórica y los mitos del más allá en Platón

Granada, 3 de noviembre, 2004


La Asociación de Catedráticos de Instituto de Andalucía “Antonio Machado”- ANCABA celebró la segunda tertulia de este curso. Contó con la presencia del Dr. D. Álvaro Vallejo Campos, Catedrático de Instituto y en la actualidad Profesor Titular de la Universidad de Granada. Platonista de reconocido prestigio internacional y especialista en Filosofía Antigua.

El tema sobre el que versó la tertulia fue La persuasión retórica y los mitos del más allá en Platón. Organizó su exposición en tres partes:

1. La retórica y el poder de la palabra, tal como la concibe Gorgias, sofista y orador, en una obra suya, como es el Encomio o elogio de Helena

2. La crítica platónica a la retórica, que constituye uno de los grandes temas de su filosofía.

3. Examen de una posible lectura retórica de los mitos escatológicos platónicos, con el fin de examinar si Platón ha cultivado de forma encubierta una retórica.

Helena abandona a su marido, marcha con Paris y desencadena los hechos que terminan provocando la guerra de Troya. Respecto a esta figura tan denostada se construyen dos tradiciones exculpatorias.

La primera afirmará que Helena no fue a Troya. Realmente la compañera de Paris fue un fantasma, una falsa Helena. Defienden esta interpretación Eurípides y Platón. Este último subraya cómo los hombres luchan y se afanan por puras fantasmagorías, en muchas ocasiones los deseos están inspirados en fantasmas o falsas imágenes.

La segunda tradición exculpatoria, de carácter racional, la hallamos en el sofista Gorgias, que enumera cuatro causas, que serían las que siguen: fue el azar, un juguete en manos de los dioses; o realmente fue raptada violentamente; tal vez presa de amor, quizás un caso de locura o posesión divina, por tanto, explicable por ser prisionera de una fuerza superior a la humana; o finalmente una cuarta que es la que nos interesa, ha sido persuadida por el poder de la palabra. Sobre el poder de la palabra dirá Gorgias en su Encomio o defensa de Helena : “La palabra es un poderoso soberano que con un pequeñísimo y muy invisible cuerpo realiza empresas absolutamente divinas. Las sugestiones inspiradas mediante la palabra producen el placer y apartan el dolor. La fuerza de la sugestión, adueñándose de la opinión del alma, la domina, la convence y la transforma como por una fascinación”. La palabra, como la poesía o para nosotros tal vez el cine, suscitan las grandes pasiones de la vida humana.

Platón en su obra Gorgias, también abunda en el poder de la palabra como artífice de persuasión: es mágica, embrujadora. Pero cabría preguntarse: ¿por qué tiene este carácter de persuasión irracional?, la respuesta que Gorgias daría es que el saber es imposible. Nuestras actitudes vitales no están dominadas por lo que sabemos sino por la opiniones que poseemos, somos por tanto persuadidos porque no hay conocimiento sobre el asunto en cuestión, sólo opiniones, que son inseguras, inestables y carentes de fundamento; frente al saber que se erige seguro, estable, con poder para dar razón. Cabe distinguir, según Aristóteles, tres elementos en el logos: el objeto del que se habla; el sujeto que habla; y el oyente. El aspecto que interesa a la retórica es el último, lo concerniente al oyente. Se pretende transformar la voluntad del que escucha, que es lo que quería Paris de Helena, de la misma manera que un abogado aspira a convencer de la inocencia de su defendido a un tribunal de justicia.

            Por tanto, el ideal del logos de la retórica no es la verdad sino la verosimilitud, lo que parece verdadero, no la ciencia o la filosofía, que para Gorgias no es posible porque es inviable el proyecto de la verdad. Reivindica la virtud de la retórica, ya que el que la domina sin saber economía ni medicina ni estrategia, en una asamblea, sería más persuasivo, porque ese poder de la palabra es acompañada por la ignorancia sobre el objeto, ignorancia tanto del orador como del auditorio a quien dirige la palabra. La persuasión, para Gorgias, es engaño siempre, no en unos casos y en otros no. En cambio para Platón la retórica sólo es efectiva en el trato con los ignorantes. Para Gorgias una palabra es persuasiva cuando es oportuna, cuando no contradice las opiniones de los sujetos a los que se dirige aunque también podemos reconocer en el retórico una víctima de la red de intereses del auditorio, de ahí el interés del político por los estudios de opinión.

La retórica se convierte en una técnica (conocimiento científico). Igual que la medicina es para el médico, la palabra es semejante a un fármaco. El sofista domina una arte porque conoce el efecto de su palabra, siempre referido al oyente, desatendiendo, porque lo cree imposible, el conocimiento del objeto.

Ocupó la segunda parte de la exposición la crítica platónica de la retórica. Entiende Platón que la retórica no es una técnica, ni conoce el objeto científicamente, ni conoce al oyente que escucha su discurso.

Distingue entre las artes verdaderas como la medicina y gimnástica, que se ocupan del cuerpo, lo conocen y persiguen su bien, la salud; respecto al alma las artes verdaderas son la legislación y la política, que se basan en el conocimiento del alma, el fin es su salud. Todas tienen en común el conocimiento de su objeto. De ellas existen una serie de simulacros: la culinaria lo es respecto a la medicina; la cosmética respecto a la gimnástica; la sofística, respecto a la legislación. Y son simulacros porque desconocen el asunto del que tratan, y, como consecuencia, sustituyen el bien por el placer.

La crítica de Platón se centra en dos aspectos: en primer lugar, desde un punto de vista gnoseológico, los simulacros no conocen ni el cuerpo ni el alma. En segundo lugar, desde un punto de vista moral, el que las practica es un irresponsable porque se desentiende del bien que debe perseguir, la salud física y espiritual.

El papel usurpador que tiene la culinaria frente a la medicina, lo es la retórica frente a la justicia.

Gorgias insistiría en la neutralidad moral. Se le decía que efectivamente enseñaba retórica pero también se le preguntaba por el bien y el mal; a lo que contestaba que era una cuestión posterior. Realmente se desentendía de los valores morales porque no era maestro de virtud sino de retórica. Por ello la retórica aparece como un arte moralmente neutro, lo compara al arte del pancracio: pongo en manos de mi discípulo un arma, él es el responsable de su uso. Platón no puede aceptar la neutralidad de la retórica. El arte verdadero tiene que incluir el conocimiento del objeto, del bien.

En la tercera parte nos formulaba el ponente esta pregunta:)No habrá también en Platón un discurso retórico en sus mitos escatológicos? Los temas tratados en el mito entroncan con los de su filosofía, en concreto en cuanto a los mitos del más allá suponen que el alma es inmortal y responden a la pregunta más importante )qué género de vida hay que llevar?

Se adentra el mito en el futuro, en unas esferas en las que es imposible hacerlo racionalmente.

Se pueden señalar algunos paralelismos entre el proceder retórico y el discurso del mito: en cuanto a su estatuto epistemológico, ambos comparten el mismo, realmente no sabemos; su carácter macrológico, el mito es un largo discurso, que sigue a la mayéutica, pero que obliga al oyente al silencio, no cabe la pregunta; y en tercer y último lugar es mezcla de fantasía y verdad ¿A quiénes van dirigidas estas imágenes del mito? Evidentemente no a la razón. Utiliza imágenes, terribles espectáculos: ríos de lava, hombres desgarrados sobre espinos... ambos discursos van dirigidos al pathos, igual que las palabras de Paris a Helena.

Los tertulianos, entre los que se contaba un joven universitario, tuvieron ocasión de conversar sobre estas ideas, que a todos parecieron de una rabiosa utilidad. Y finalmente se coincidió en que estamos inmersos en una gran cantidad de palabras que sólo pretenden persuadir, como las que dirigió Paris a Helena, y sin embargo parece que estamos ayunos de una palabra verdadera, al menos, de un esfuerzo, de una apuesta por la verdad.

                                                                                                                                           Bartolomé Lara Fernández