Mariano Madrid, "In memoriam"

por José Ignacio Moreno Gómez

responsable de Comunicación y Tesorero de ACIA,
catedrático de Física y Química del IES Fray Luis de Granada


           Se va a descubrir a continuación una placa con el nombre de nuestro compañero, nuestro profesor, nuestro amigo,  Mariano Madrid Castro, en esta clase en la que él pasaba tantas horas. Es otro signo más del homenaje que la comunidad educativa quiere hacerle en este día en el que, cuando comenzamos la andadura  de este nuevo curso, tanto le echamos  de menos.  Es verdad que nuestra tristeza se entrevera con sentimientos  y con emociones muy diversas. Destaca hoy, por encima de todos, el cariño que le profesamos y la solidaridad humana profunda que ofrecemos con toda sinceridad  a sus familiares, especialmente a su esposa y a sus hijos.

Quisiera, seguidamente, hacer una breve semblanza del  profesor, y también algún apunte acerca de la personalidad de quien fue, más que mi compañero, mi amigo Mariano, con el cual tuve el privilegio de compartir tantos momentos, así como algunas inquietudes:

           Ante todo, se trataba de un estudioso. Las lecturas se le amontonaban sin que el día le suministrase horas suficientes para poder atenderlas. Doctor en filología clásica –yo diría que había hecho del clasicismo un estilo y una norma de vida–, catedrático de Latín, profesor asociado de la Universidad a Distancia y autor de numerosas publicaciones en español y en alemán. En algunas ocasiones me habló acerca de sus investigaciones sobre la figura del Beato Baptista Mantuano: virtuoso y erudito monje carmelita que vivió entre los siglos XV y XVI. Sobre él había publicado numerosos trabajos comentando su influencia en la evolución de la Escuela Humanística centroeuropea, conectada estrechamente con la renovación espiritual y pedagógica recogida luego por la Reforma Luterana.

        Se indicaban en los trabajos del profesor Madrid Castro las marcadas coincidencias de las primeras escuelas humanísticas y de los centros protestantes con aquellos otros que,  en principio, podrían considerarse antagónicos: los propiciados por la Contrarreforma, en particular  los fundados por la Compañía de Jesús. Ocupábase también de la Escuela Latina en la Península Ibérica, y más concretamente de los centros de la Compañía de Jesús en el sur de España. El estudio de los ejemplares impresos procedentes de las bibliotecas de los colegios jesuíticos de esta región le permitió calibrar la importancia de la poesía bucólica en la formación literaria de la juventud entre los siglos XVI y XVIII, así como determinar el peso específico de autores y obras de este género empleados en la docencia, como la Adolescentia del Mantuano. Me comentaba también una última hipótesis suya, aún por confirmar, que era la influencia del monje carmelita en Miguel de Cervantes,  quien suponía que podía haber realizado estudios de Latinidad con los jesuitas de Córdoba.

           Pero en segundo lugar, el profesor Mariano Madrid, fue un docente; y yo diría que fue docente, principalmente, porque no se resignaba a contemplar que hubiera gente sepultada en esa enfermedad que él consideraba tan espantosa, cual es la falta de cultura. No le gustaba  la situación actual de la educación en España. “La enseñanza secundaria, tradicionalmente llamada media escribía en un artículo, supone la columna vertebral del sistema educativo por ofrecer una formación general que predispone de forma decisiva para los estudios posteriores. El descenso del número de universitarios y del nivel científico entre la población tiene una de sus causas principales en la situación actual de la enseñanza secundaria. El estado deficiente de este tramo de la educación supone la razón principal del  deterioro de todo el sistema.” Le dolía especialmente la devaluación de la enseñanza pública que motivaba la huida de un porcentaje elevado de alumnos hacia los centros privados. A pesar de la situación descrita, “la calidad del sistema educativo –insistía– será siempre objeto de búsqueda incansable por una parte no despreciable de la sociedad, pues esa calidad no redunda en beneficio de unos pocos, sino en beneficio de todos.”

          Estaba convencido de que todo el que enseña, también y simultáneamente, aprende, y valoraba enormemente los diálogos con sus alumnos y con sus compañeros. Defensor a capa y espada de los estudios humanísticos, aunque abierto al espíritu de las Ciencias de la Naturaleza, reconocía  lo inapropiado de una morbosa aplicación de la metodología científica a cualquier rama del saber, siendo muy crítico con las pseudociencias  y recomendando una lectura atenta de los clásicos para descubrir en ellos respuestas a problemas, que por eternos, siguen siendo actuales.  Nos acercaba el mundo clásico con actividades diversas, como cuando escenificaba en el gimnasio del centro comidas romanas que poco tenían que envidiar a las muy famosas de la localidad de Almedinilla, que también nos dio a conocer, y en las que solía aparecer vestido con blanca túnica. Consciente de su importancia creciente, impulsó decididamente en nuestro instituto la enseñanza del alemán como segunda lengua extranjera junto al francés. A él y a su empeño debemos que el instituto Fray Luis sea uno de los pocos de la provincia de Granada donde se imparte esta materia.

          En tercer lugar, Mariano Madrid fue un batallador. Compartí con él militancia en la Asociación de Catedráticos de Instituto de Andalucía, de la que él había sido nombrado recientemente Presidente. Con él asistí a diversas entrevistas con responsables políticos de educación y, juntos, lanzamos algunas campañas en prensa en pro de una  enseñanza pública mejor. Reconocía el carácter testimonial de la actividad en  una asociación, como la nuestra, tan escasa de asociados y con tan paupérrimos recursos, frente al poderío arrollador de la administración educativa y de los partidos políticos, que no siempre son sensibles a las demandas  de otros órganos de la sociedad con vida y  puntos de vista propios, y cuyas opiniones no suelen ser tenidas en cuenta. Pero no perdía la fe en aportar un pequeño grano de arena en defensa de un sistema público que quería de la máxima calidad.

           El último día que charlé con él,  en el hospital, me comentaba emocionado las palabras agradecidas que Leonard Cohen dedicó a su enigmático y malogrado maestro español de guitarra en el acto en que le concedieron el premio Príncipe de Asturias. Y a propósito de Leonard Cohen, yo creo que Mariano compartía con el cantautor canadiense, la consigna de que aunque estemos convencidos de que nada cambia, es importante actuar como si no lo supiéramos. Yo sé que ésta era una de sus estrategias de batalla. Otra estrategia la había tomado del poeta latino Horacio, y consistía en decir la verdad, pero, en decirla sin irritación; pues, al igual que el vate clásico, se preguntaba: ¿Qué impide decir la verdad con humor? Todos sabéis que el humor era una característica definitoria de Mariano. Al igual que nuestro paisano Ángel Ganivet, había descubierto que las ideas, antes de lanzarlas como armas de sectario, conviene redondearlas, limarle las agudezas que hieren y convertirlas así en lo que el pensador granadino llamaba ideas redondas.

Mariano Madrid hoy nos sigue acompañando por medio del recuerdo y por el testimonio de su vida que, entenderéis todos, no se limitaba  tan solo a los aspectos que yo he señalado. Lo más importante de ella, como comprenderéis,  lo vivió con sus seres más próximos: con su esposa María del Mar (aquí presente), con sus dos hijos, con sus hermanos y familiares cercanos          (algunos de los cuales nos acompañan también hoy).

Quisiera, finalmente, dedicar también unas palabras para evocar algunos  recuerdos y reflexiones que me suscitan los últimos meses de su vida entre nosotros; para mí, una especie de epílogo en el que llegué a conocerlo un poco más y, sobre todo, llegué a conocer algo más de su personalidad más auténtica.

        Pues sí: nuestro compañero, nuestro profesor, nuestro amigo Mariano, un día, como él decía queriendo restar dramatismo a la grave enfermedad que le diagnosticaron, se nos puso “malillo”; y  se nos fue yendo. En los días que pude verle, antes de que su deterioro físico fuera más patente; en los  correos y whatsapp  con los que luego continuamos la comunicación, los mensajes y noticias que intercambiábamos por medio de su primo Manolo; en lo que me rozó su última andadura vital, os puedo decir que en ella se me reveló mucho de la persona que antes yo no había acertado del todo  a ver. Porque la persona que somos se esconde muchas veces detrás del personaje que representamos. Y de esta duplicidad tramposa  me advertía últimamente Mariano cuando me contaba que había cosas y actuaciones de las que se arrepentía; que en la vida no conviene encerrarse en parapetos de ofuscación, y que hay batallas que sólo hacen daño y que no conviene siquiera iniciar. Me decía que hay que ser más sensible al cariño que los demás nos dan que a los roces o pequeñas heridas que, sin ser plenamente conscientes, nos causamos unos a otros, dentro de nuestras grandes limitaciones e imperfecciones. Pues valen más las personas que los personajes que éstas representan.

        Mariano era hombre con estilo y lo mostró plenamente en su lucha final. Sencillamente, sin aspaviento alguno, sin quejas ni lamentos, sin reunir gente en torno de su lecho, sin hacer espectáculo de su dolor; con buen espíritu y ánimo; dejando que la vida fluyera a su lado con toda la normalidad posible,  se nos fue yendo poco a poco.

         Desde los credos y apuestas personales diferentes de cada uno de nosotros, creo que podremos coincidir, no obstante,  en que ni el yo ni el tú de una relación desaparecen totalmente cuando lo contingente de nuestra vida ha sido trascendido por momentos de profundidad auténtica.  La memoria  de  los seres queridos nos vivifica y ellos siguen presentes en nuestro recuerdo y en nuestro cariño, pues todas las arremetidas generosas  que acometemos trascienden el sueño de la vida y, como profetizaba Unamuno –el gran rebelde ante la muerte – nada pasa, nada se disipa, nada se anonada; porque la muerte no triunfa de la vida con la muerte de ésta.

          Que esta placa que hoy  dedicamos al profesor, al compañero, a nuestro amigo Mariano Madrid,  sirva para expresar la vigencia permanente de este pequeño homenaje que hoy  hemos querido dedicarle.  Mariano, ciertamente, continúa  entre nosotros.




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