LA BONDAD DEL DESCONOCIMIENTO
(Artículo publicado el 30-11-05 en la Revista Magisterio)



         


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Mariano Madrid Castro
 
Secretario de la Asociación de
Catedráticos de Andalucía - ANCABA





    Parece que al final se aprobará la LOE sin consenso y la tendremos por un tiempo indeterminado. Pasan los años y uno ha visto el declive de la educación, a pesar de los delgados diques de contención que intentó construir la LOCE en su día.

    Seguirán los alumnos objetores, o los que, simplemente, se aburren en la únivoca enseñanza que nos ha quedado después del desmantelamiento del BUP y la FP. Quizás haya que plegarse a los tiempos y cambiar de mentalidad. Quizás es de integrismo, de lo que uno peca, cuando se deja impresionar por el informe PISA, especialmente alarmante –según se va sabiendo- en nuestra zona, en Andalucía. Hace poco, alguien me daba la clave para encajar este estudio de la OCDE. Decía (sic): “que los resultados del informe PISA no suponen nada. Eso sólo es una forma de valorar la situación, pero hay otras formas de valoración en las que se ve que aquí se ha avanzado mucho”. Y es que –en efecto- todo es relativo. “Todo depende”, como dice la canción de Jarabe de Palo. Esta idea ha calado en la población mucho más que todo lo que se enseña en la Secundaria.

       Haciendo un poco de memoria, me vienen a la mente algunos recuerdos que presagiaban esta situación. En el año 85, una colega precursora de la LOGSE (desde hace años liberada de las aulas para ejercer la política), me decía que para ella el mejor alumno no era el de nueve o diez, sino el de seis. No entendía yo exactamente lo que pretendía decirme y le repliqué que lo que podía estar ocurriéndole era que el baremo que ella utilizaba para calificar era defectuoso, que sólo tenía que poner nueve al alumno de seis y viceversa. Ahora veo con toda claridad lo que quería decir: el alumno que ignoraba algunos aspectos, el que no desarrollaba ciertas destrezas o el que tenía errores era el nuevo superhombre para ella. Las deficiencias le daban al alumno una dimensión humana que, a su modo de ver, no podía existir entre el rigor, el rendimiento y otros valores caducos que se orientaban a la perfección. Ella se identificaba por completo con este nuevo ideal. Ella siempre había sido así. Ya era hora de que ella y sus iguales fueran el canon.

       Bien sabe Dios que, por eso de “adaptarse o morir”, he intentado ver bien que los alumnos estén en clase como en el salón comedor de sus respectivos domicilios; que se enseñe lo que buenamente se pueda, y si no, no pasa nada; que te digan “profe”, o que cuando le pidas a uno que te presente su trabajo te diga “porfa, déjame que te lo dé mañana...” Pero la verdad, no puedo; al menos del todo; no acabo de adaptarme. Sospecho que no es cuestión de tiempo, pues ya llevo más de diez años de “inmersión” en la LOGSE y en el Bachillerato actual, equivalente al que se cursaba en tiempos entre los diez y los catorce años. Empiezo a sospechar que nunca podré aceptar la bondad del desconocimiento frente al conocimiento, de la espontaneidad total frente los hábitos, de las instituciones frente a la naturaleza libre de los hombres sin importar el sitio en que se desenvuelvan.

      Sé que para que se pueda desarrollar cualquier revolución completa es preciso un olvido también completo, una amnesia total. Entonces puede todo cambiarse enteramente, pero sé también que se equivocaron los paganos cuando perseguían a los cristianos, que se equivocaron los cristianos cuando –a pesar de ser ellos los buenos- quemaban a los herejes y a sus escritos; que se equivocaron los zares en Rusia cuando permitían la miseria de los campesinos y los proletarios, que se equivocaron los comunistas cuando –a pesar de ser ellos los buenos- fusilaron en sus purgas e internaron a los disidentes en los gulags; que se equivocaron los fascistas cuando persiguieron a los de izquierdas, y hasta puede que –a pesar de ser los buenos- se equivoquen también los de izquierdas de ahora.

       Porque sé todo eso, temo la amnesia total, y que vuelvan a repetirse éstas y mil historias más; aunque para algunos, repetirlo todo no sea más que actuar en defensa de su puesto de trabajo. Después de todo, hoy por hoy qué son los políticos sino obreros de la política que no tienen nada personal contra nadie.

   

Mariano Madrid Castro

  Secretario de la Asociación

de Catedráticos de Instituto de Andalucía-ANCABA