¿CUÁL FUE EL PECADO DE LOS CATEDRÁTICOS?

Juan Moreno García. Catedrático IES "Pedro Espinosa". Antequera.

          Soy profesor de Secundaria en el IES Pedro Espinosa de Antequera; ingresé como Agregado mediante las oposiciones de julio del 77 y, en el 92 (no me resistí), adquirí la condición de catedrático. Esto sólo para indicar que gozo de cierta perspectiva que me permite observar y opinar.

          La Ley 30/84 (caballo de Atila para cizañas y cereales) dejó las manos libres para que la necesaria LOGSE quedara impune por la masacre de abolir el cuerpo de catedráticos y la injusta situación en la que se dejó a sus funcionarios. Hasta el año 84, la capacitación para obtener una cátedra de instituto suponía un salto cualitativo y cuantitativo en la formación profesional, sobre todo científica (compárense temarios), de licenciados o de numerarios. Aparte del mérito previo (estudio), suponía después un peregrinaje por vacantes únicas por centro, sin derechos de consortes ni de destinos anteriores. La principal compensación era, además de transmitir al alumnado los valores educativos de la asignatura que había despertado la vocación por la enseñanza, dirigir al grupo de compañeros (Jefatura de Seminario) que la compartían.

          ¿Era ésta una situación de privilegio? O bien, ¿suponía algún freno para actualizaciones o reformas? Las necesidades derivadas de la modernización y la extensión de la etapa obligatoria (Ley 1/90), con las consecuentes reestructuraciones de centros y plantillas, dejó a estos catedráticos en la situación de poseedores de la condición dentro de los PS, como mérito docente que les permite aún ser Jefes de Departamento, pero rotativamente, al perder la unicidad en ellos. La propia LOGSE abrió la espita para dar salida a la presión de los Agregados y Numerarios de Maestría Industrial de la década de los 70 (distanciados de los antiguos cátedros, celosos de los nuevos y algo escépticos por las modernizaciones), regulando la adquisición de la condición (a nadie, ni a quien suscribe, le amarga un dulce) con la excepcionalidad de la primera convocatoria (café para los más antiguos), sin examen ni comparecencias ni revisión de destino: bienvenidas sean las mejoras profesionales y salariales.

          El problema se agrava (en algunos departamentos, varios o todos los miembros poseen la condición) cuando los accedidos reclaman su nuevo estatus al antiguo catedrático, que, en muchos casos, ocupaba como tal su plaza desde antes del 90. Ahora que son igualmente catedráticos (para antigüedad, la del cuerpo anterior), todos optan a la Jefatura de Departamento, incluso cambia el orden de elección. ¿Qué nuevo mérito se ha antepuesto al del esfuerzo y la capacitación? Se parece mucho al que está permitiendo a nuestros alumnos promocionar en ESO y que a veces se reduce al transcurso de los años.

          En un símil gráfico alguien lo explicaba así: repartieron motos al pelotón y el podio de los ciclistas destacados quedó absorbido en la tribuna del 30 por ciento, premiados con la misma meta sin esfuerzo. La frustración y el desencanto son las consecuencias más suaves para los afectados, que, al no ser gran número comparativamente, no ejercen gran presión ni reciben apoyos externos. La insensibilidad de políticos, administradores, directores y nuevos nivel 26 propicia el que se den, dentro de la legalidad, las situaciones menos legítimas. La suspendida LOCE está intentando alguna tardía reparación, pero hay soluciones muy fáciles dentro de las actuales leyes (en cuanto a normas de organización de centros) que pueden paliar en lo posible este atropello.

En Antequera, a trece de septiembre de dos mil cuatro, Juan Moreno García